La ventana de la casa de enfrente

A veces pienso que si viviera en el campo me dedicaría a pintar paisajes de montañas, valles y ríos con peces, musgos y piedras, árboles con hojas o sin hojas, con ramas retorcidas y pájaros de colores o intentaría imitar los verdes, azules y violetas del mar, moviéndose entre transparencias, rocas metálicas llenas de cuevas...

Pero vivo en el centro de una ciudad y mi principal paisaje es la multiforme ropa colgada en los balcones sin flores ni verdes de la vecindad. A veces se mueven por el viento dibujando pequeños fantasmas inquietos. A veces muestran excitantes colores, otras veces exhiben lutos negros y marrones y por veces hay sudarios blancos, fríos, como de mármol.