Además de mirar por la ventana, mi otra distracción era charlar con el vecino de abajo. Era un tipo interesante con el que me tropezaba de vez en cuando. Cada día hablábamos un poco más, y he de deciros que esperaba con ilusión los contados momentos de intimidad en el ascensor donde intercambiábamos algunas palabras.
Una mañana como muchas otras, me levanté, bebí un zumo de frutas y salí de casa con intención de hacer unas compras rápidas en el mercado mas próximo y cuál no sería mi sorpresa cuando me encontré cara a cara con el vestido de grandes lunares plateados que solía ver en la ventana de enfrente. La mujer que estaba dentro del vestido, de aspecto delicado y muy bella, llevaba unas gafas de sol oscuras y era portadora de una espesa melena negra y antes de que pudiera reaccionar vi como un señor de mediana edad, robusto y con cara de pocos amigos la cogía del brazo y se la llevaba.
Por la noche, entre pesadillas (soñaba que alguien le escribía una carta a su hermano pequeño y le decía : "Aunque tengo mas de 60 años, sigo siendo un niño, todavía lloro cuando me río y río cuando lloro"), oí unos gritos desgarradores y golpes que me pareció venían de la casa de enfrente. Me asomé y no vi nada; únicamente la ropa colgada en la ventana.